Aquí en los EE. UU., cuando los adolescentes piensan que quieren traer un bebé a este mundo, a menudo les dan muñecos que lloran, mojan, piden comida y no duermen. La cuestión es pensarlo dos veces y
darse cuenta de las cargas de la paternidad. Ampliemos el paralelo: si crees que quieres un loro, prueba un mes simulando ser un loro.
1.Empiece por reorganizar sus muebles para acomodar una jaula grande en su sala de estar. Una caja grande servirá como sustituto.
2.A continuación, al menos una vez al día, arroje unos cuantos vasos de desechos vegetales, trozos de papel (para sustituir las plumas) y astillas de madera sobre y alrededor de la “jaula”.
3.Pídale a un niño que esté aprendiendo a tocar la trompeta que venga a practicar cada mañana y tarde. No se requiere talento.
4.Quizás una vez a la semana, pellizque uno de sus dedos con unos alicates hasta que esté bien magullado si no sangra.
5. Para mayor verosimilitud, haz lo mismo con tu pareja, a quien de todos modos no le entusiasma la idea de adquirir un loro.
6.¿Más verosimilitud? Lleva un cincel a la silla favorita de tu pareja.
7.Rechaza las invitaciones sociales porque necesitas pasar más tiempo con tu loro, que está aburrido, estresado y arrancándose las plumas.
8.Finalmente, haga una gran donación a un fondo veterinario aviar. Mejor aún, haga una donación a una organización de rescate de loros creada para cuidar a los loros que personas bien intencionadas pensaban que querían. O, si estás convencido de que puedes manejar e incluso deleitarte con el caos, adopta un loro de un refugio, santuario o refugio.
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